¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Sanxenxo




En julio he gastado mi rutinaria y anual semana vacacional en Sanxenxo. Llevo casado ocho años y, religiosamente, paso la primera semana de julio en este lugar desde que me casé. Mi mujer es coruñesa, mi suegra de Pontevedra; por tanto, la suerte estaba echada. Sólo cabía veranear en este paraje privilegiado norteño.

A mí se me abren las carnes cuando se va acercando la fecha. Uno que tiene ya un niño de cuatro años y una niña de 10 meses, sabe que veranear en familia, con los suegros (ya de edades bastante avanzadas), tiene más de trabajo ímprobo que de relax ocupacional. Pero es lo que hay y, liándome la manta, me echo al monte y para allá que vamos.

Sanxenxo es un municipio de la provincia de Pontevedra que no tendrá más de veinte mil habitantes. Para ser francos, podemos afirmar que se trata de una playa, de su paseo y de viviendas de pisos en primera, segunda, tercera y así, hasta el infinito y más allá, línea de playa. Con la peculiar y jodida característica, que está en cuesta.
Yo tengo la suerte -lo digo porque así no tengo que dejarme los pulmones cada día- de residir en un piso en primera línea de playa; para los que lo conozcan, muy cerca del Hotel Sanxenxo. Este municipio, en verano supera los diez o veinte millones de habitantes, y me quedo corto. Todos ellos, entre los que me encuentro yo, sólo tenemos una posibilidad; ir a la playa, en particular a la de Silgar. Dicha playa, por llamarla de alguna manera, es un conjunto de arena invadido por vestes de turistas, la mayoría gallegos y portugueses, ávidos de sol que intentan plantar su palo de sombrilla sin clavárselo en la rótula al vecino de al lado.
Sirva de precedente que detesto tomar el sol directamente más de media hora sin mojarme. Claro, yo soy del sur. Dicen los más gilipollas que Sanxenxo tiene un microclima que hace que haga buen tiempo cuando en Coruña o Santiago está cayendo la de Dios es Cristo. Cuando no hace sol, la mayoría de veces, te fastidias. Como sólo puedes ir a la playa, pues te jodes. Ahora bien, si el puñetero microclima funciona, eso se pone que ríete tú del Ganges. Uno que se tiene que refrescar intenta llegar (con dificultad) al agua. Miríadas de pre-diabéticos, cual autómatas, se pasan horas andando de extremo a extremo de la playa. Cruzar dicha línea entraña el mismo peligro que cruzar la Quinta Avenida de la Gran Manzana sin mirar. Pero, la madre que me parió, eso no es agua, eso es deshielo de glacial. No hay bemoles a meterse dentro. Cuando ya no puedo más y mi cuerpo alcanza la temperatura de la fisión del núcleo, cagándome en todo lo que se menea y blasfemando en arameo, me meto corriendo al agua, me pego un chapuzón y salgo echando improperios del agua. No hace falta incidir que, en la arena, estoy absolutamente curvado, haciendo castillos de arena con mi hijo, el muy jodido, no me deja descansar y, por otro lado, intento que mi hija no se coma toda la arena de la playa. Bien, el panorama no es alentador pero es real como la vida misma.

Pero no estoy hablando de mí sino de Sanxenxo. Al final del siglo pasado, he de decir que este municipio no era así. Se le ha llegado a poner el sobrenombre de la playa de Madrid. Y es verdad, había más clase. Ahora casi todo son pechos lobo por el paseo, biquinis del todo a cien descoloridos, alguna teta que otra fláccida  y gritos por todas partes. El Marycielo -que siempre estaba lleno-, con la crisis tiene mesas libres y sobre tales no hay más que alguna tónica o agua mineral. En fin.

Mi rincón favorito de la villa es la terraza del Hotel Sanxenxo al anochecer. Mi mujer y yo solemos acudir a descansar dejando a mis suegros de canguros. Es un remanso de paz con unas vistas incomparables a la ría y a la playa entre vegetación. Respecto a la comida, qué puedo decir. Comer en Galicia es uno de los mayores placeres del ser humano. Hay que tener cuidado, eso sí, en dónde se mete uno. Para tomarse una tapa de xoubas, pues da igual cualquier sitio. Pero si uno quiere algo más, sólo recomiendo dos sitios. Uno es La Goleta (os dejo unos enlaces de mis amigos de Rincones Secretos)  y el otro es la Taberna del Naútico; ambos del mismo dueño, dirigidos perfectamente bajo la batuta de Alfredo y Juan respectivamente. Aunque la dan, pedir carne aquí es un pecado; el mismo que pedir merluza en Segovia. Cualquier pescado a la parrilla o marisco al natural vale la pena. Me dejo intencionadamente a la Taberna de Rotilio, quizá el de más fama de Sanxenxo. Nunca ha sido de mis favoritos. Tampoco lo es Don Camilo. Pero pecaría de injusto si no los citara. Y me dejo el mejor. Pero es que el mejor ya no está en el pueblo. Pepe Vieira, a mi juicio uno de los mejores - o el mejor- restaurador gallego, ha trasladado su casa a un municipio cercano, Raxó, por lo que ya no es posible visitarlo si no usas un vehículo. Aconsejo ferozmente acudir a cenar a Pepe Vieira. Si uno es un asaltabufets insaciable, puede estallar perfectamente acudiendo a diario por un precio módico al que preparan en el hotel Carlos I. Ahora bien, el pescado y marisco es de ría, pero no de la de Pontevedra sino de la de Mozambique.

Los que me conocen o leen saben que "jamás exagero". Y es cierto. Por ello, créanme que he disfrutado como un enano del marisco de la ría. Mi suegro me obligaba a comerme un centollo -que no centolla- todos los días. Es verdad que la centolla tiene coral y es más atractiva a la vista. Pero donde se ponga un machote...
Las nécoras, sin embargo, se las come mi suegra. Estas son más para entendidos. Chupas y chupas y no comes un pimiento. No tengo paciencia para ellas. 












Por último, por favor, háganme caso. Sólo conozco un hotel que merezca la pena en esta ciudad, sin ser de categoría lujo. Y es el que lleva el nombre de la villa.